
Como si fuera parte de una serie con final predecible pero trama enredada, el proceso de sucesión en la rectoría de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx) ha entrado en su fase más ruidosa. Cuando parecía que todo avanzaba en relativa calma, apareció el clásico recurso de los desesperados: la “bomba mediática”.
Un audio que, sin pruebas contundentes ni nombres específicos, intenta dinamitar el terreno político-universitario. Se asegura que es la voz del aún rector Carlos Eduardo Barrera Díaz —quien, por cierto, también preside la Comisión Electoral— descalificando y presionando en favor de una candidata. ¿La prueba? Un archivo de audio que huele más a edición con Inteligencia Artificial que a un acto auténtico. Un “fake” bien armado, sí, pero sin sustancia.
Y como era de esperarse, el “escándalo” fue aprovechado por dos aspirantes que no han logrado conectar de forma sólida con la comunidad universitaria. Lo aprovecharon igual que aprovecharon antes la carta del “piso parejo” y el amparo conseguido por otra competidora. La estrategia es clara: politizar el proceso, judicializarlo y victimizarse ante la opinión pública.
Pero el episodio no se quedó ahí. Algunos legisladores locales, sin conocer el fondo ni verificar la autenticidad del audio, también buscaron llevar agua a su molino. En una postura más oportunista que institucional, pidieron la renuncia del rector… ¡cuando le queda menos de un mes en el cargo! Una petición tan ridícula como innecesaria, más pensada para el reflector que para la solución.
Hay algo que todas estas jugadas olvidan: en la UAEMéx, el relevo rectoral no se decide en redes sociales ni en los medios. Se decide al interior de la comunidad universitaria, en un ejercicio que —con sus bemoles— sigue siendo profundamente institucional. Y aunque el intento de “ensuciar el terreno” pueda alterar percepciones, no modifica la realidad de fondo.
Faltan apenas 20 días para la elección. En ese tiempo, más que hacer ruido, toca escuchar con claridad la voz de quienes sí tienen voto y voz en este proceso: los universitarios. El ruido, por más escandaloso que sea, termina diluyéndose cuando la comunidad habla. Y ahí, ni el mejor deepfake puede cambiar los hechos.