Agencia Xponencial – Opinión
Claudia Sheinbaum Pardo se ha convertido en la primera mujer en llegar a la presidencia de México, y hoy tiene una cita con la historia. Su ascenso representa mucho más que una victoria política; para muchas mujeres, particularmente para los colectivos feministas, su llegada simboliza la realización de un sueño largamente postergado: una mujer al frente de un país marcado por el machismo, la violencia de género y la desigualdad estructural.
Las expectativas son inmensas. Desde los rincones más profundos del feminismo, se percibe este momento como una oportunidad para que por fin las demandas de justicia, equidad y seguridad sean escuchadas y, lo más importante, atendidas. Se escucha con fuerza la frase “si llega una, llegamos todas”, un grito de esperanza que simboliza la aspiración de millones de mujeres que buscan una vida libre de violencia y discriminación.
Sin embargo, aunque este es un momento histórico, sería ingenuo pensar que en seis años se puede revertir un sistema que ha perpetuado la opresión y el machismo durante siglos. El camino para Claudia Sheinbaum estará lleno de retos, no solo para cumplir las expectativas de las mujeres que la ven como un faro de cambio, sino también para no generar desilusión ante un sistema que difícilmente se transforma en un sexenio. El riesgo de que las promesas de equidad no se traduzcan en políticas efectivas es latente, y la desilusión de quienes hoy la ven como una esperanza podría llegar si los avances no son palpables.
El reto más inmediato será demostrar que su gobierno no solo tiene una sensibilidad hacia las luchas feministas, sino que estas se convierten en acciones concretas. Combatir la violencia de género, mejorar la seguridad para las mujeres y erradicar la impunidad en los crímenes contra ellas serán las batallas más visibles. Sin embargo, su gobierno también enfrentará desafíos que, aunque no directamente relacionados con el feminismo, impactarán la vida de millones de mujeres. La pobreza, la desigualdad económica, el acceso a la salud, la educación y los derechos laborales son cuestiones que, si se abordan de manera efectiva, podrían mejorar significativamente las condiciones de vida de las mujeres, especialmente de las más vulnerables.
Sheinbaum tendrá que demostrar que su gobierno tiene la capacidad no solo de abordar las causas más evidentes de la opresión de género, sino también de atender los problemas estructurales que afectan a las mujeres en todas las esferas de la vida cotidiana. Si bien la frase “si llega una, llegamos todas” resuena con fuerza hoy, para que ese lema se materialice en un avance real, la presidenta necesitará de una estrategia integral que no deje de lado las exigencias feministas, pero que también entienda que la justicia social es, en sí misma, un camino hacia la igualdad de género.
Hoy, Claudia Sheinbaum tiene una cita con la historia. Su legado dependerá de cómo responda a las demandas de una sociedad que espera cambios profundos y de cómo equilibre las expectativas de los movimientos feministas con los desafíos generales de gobernar un país complejo como México. La pregunta que se plantea es si, al final de su mandato, las mujeres podrán decir con certeza que, efectivamente, “llegamos todas”. El tiempo y sus acciones lo dirán.