Por: Antonio Zacarías
A nadie le debe quedar duda: el medio ambiente vive momentos críticos, de ello da cuenta el año que corre al ser el más caluroso de la ultima década y, si no fuera suficiente este dato, el huracán Otis, que azotó la costa de Guerrero, es la prueba irrefutable de la crisis climatológica que solo algunos (o tal vez muchos) no quieren reconocer.
De entrada, hay que señalar que no es la humanidad -como suele decirse en algunos artículos científicos- la que ha causado el profundo impacto ambiental que hoy ha provocado el incremento de “zonas muertas”, que se caracterizan por los bajísimos niveles de oxígeno, situación que obliga a las especies de la zona a migrar y condena a quienes no se pueden mover –algas, corales, ostras– y resulta letal para quienes, como las estrellas de mar o los erizos, que se desplazan lentamente.
Repito, no es la humanidad la causante de la crisis ambiental; entonces, ¿qué o quiénes han causado el desastre ambiental? El responsable es el sistema capitalista que para satisfacer su hambre de riqueza no tiene ningún reparo en explotar irracionalmente los recursos naturales, contaminar las aguas, envenenar el aire e infectar la tierra, entre otros problemas.
Un claro ejemplo de que es el capitalismo el responsable de la contaminación y del cambio climático es la industria de la moda; de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, esta industria contamina dos veces más que todos los vuelos y transportes marítimos internacionales juntos; además, esta industria es la responsable de la contaminación del 20 por ciento del agua en todo el planeta.
¿Quiénes son los dueños de esas empresas? Bernard Arnault que posee una fortuna de 178, mil millones de dólares y Amancio Ortega que ha amasado una fortuna de 87 mil millones de dólares; son estos, dos de los dueños de la industria de la moda y por tanto, responsables del calentamiento global junto con todos aquellos que forman el 10 por ciento más rico de la población mundial que actualmente acaparan el 52 por ciento de la renta mundial
La afirmación que acabo de hacer está respaldada por evidencia sólida en torno a que las actividades industriales elevaron los niveles de dióxido de carbono atmosférico –principal responsable del efecto invernadero– en casi un 50 por ciento desde la Revolución Industrial y que a mediados del siglo XX sufrió un aumento más que significativo, situación que trajo consigo que entre 2016 y 2020 la temperatura global del planeta por primera vez superó 1°C.
¿Por qué es grave este hecho? Tiene varias implicaciones; no obstante, en esta oportunidad sólo abordaremos una, a saber: el incremento global de la temperatura no sólo trae consigo sequias sino también un aumento en la intensidad de los huracanes. Así lo declaró Kerry Emanuel, profesor de ciencias atmosféricas del Instituto Tecnológico de Massachusetts, quien aseveró: “pronosticamos que subiría hace 30 años y las observaciones muestran que está aumentando”.
Lo anterior significa que los huracanes de gran intensidad, como el que acaba de dejar en ruinas a 800 mil guerrerenses que viven en Acapulco, no sólo no son casuales, sino más aun, que podrían volverse frecuentes y cada vez más agresivos y, por ende, pondrán en riesgo permanente a los millones de mexicanos que viven en las franjas costeras.
Son varias las lecciones que deja tras de si el huracán Otis:
1) De no detener el cambio climático, el futuro de la humanidad está en peligro.
2) Para detener el deterioro medioambiental hace falta sustituir este sistema económico depredador por uno que armonice con los ecosistemas.
3) Los gobiernos de la mayoría de los países, y particularmente el de México, son incapaces de salvaguardar la vida de sus ciudadanos.
4) Es urgente formar una fuerza social capaz de impulsar un modelo económico y social que garantice una vida digna para todos por medio del uso racional de los ecosistemas
Debe quedarles claro, jóvenes, que el papel que les toca jugar es, en primera instancia, como dijera el Che: dominar la técnica que les permita dominar la naturaleza; es decir, deben estudiar para que pongan la ciencia al servicio de la humanidad y con ello podamos enfrentar los retos que impone el cambio climático.
Mas, este no es el único reto, sigue siendo prioritario que los jóvenes ayuden a dar a conocer este problema y muchos otros que ponen en riesgo el derecho a la vida; por ejemplo, la guerra de exterminio que el imperio yanqui y sus títeres israelíes han desatado sobre los palestinos, y la madre tierra.
Porque sepan todos que sí hay una organización social que puede armonizar con los ecosistemas, esta organización social se llama socialismo. Por razones de espacio no podemos detallarle, no obstante, podemos decir que este modelo organizativo plantea el uso racional de los recursos naturales, el desarrollo tecnológico que garantice el uso de energías amables con el ambiente y una actitud crítica ante el consumismo, entre otras características.
Si no logramos que la juventud y otros sectores de la sociedad comprendan los riesgos que implican estas amenazas; si no logramos que se conozcan las raíces de los horrores que trae consigo el cambo climático, entonces, no es una exageración afirmar que el futuro de la humanidad está en peligro.
Por todo lo anterior, es menester que no sólo estudiemos sino que, sobre todo, se vuelve medular la organización de la juventud y del pueblo, para que así construyamos la sociedad que garantice su existencia y la de la naturaleza; de lo contrario, seguiremos tal y como el jefe Seattle le dijera al jefe blanco de Washington: termina la vida y empieza la sobrevivencia.
Posdata: solidarícense con los guerrerenses, donen arroz, frijol, alimentos enlatados, agua embotellada. El pueblo de Guerrero nos necesita.