
Por años, en Toluca se ha vivido un déjà vu cada vez que llega el estiaje: promesas de inversión millonaria en infraestructura hidráulica, anuncios de rehabilitación de pozos, y programas estratégicos para garantizar el abasto. Pero apenas sube la temperatura y baja el caudal, la historia se repite: hogares sin agua, largas filas para conseguir una pipa y familias desesperadas.
Los dos alcaldes anteriores, Juan Maccise Naime y Raymundo Martínez Carbajal, no fueron la excepción. En sus respectivos periodos, se aseguraba que la crisis hídrica sería atendida de fondo. Se hablaba de pozos rehabilitados, de infraestructura reforzada y de inversiones históricas. Sin embargo, la realidad fue otra: la escasez golpeó con la misma fuerza de siempre, y la “solución” terminó siendo, nuevamente, el reparto de agua en pipas.
Hoy, el alcalde Ricardo Moreno Bastida ha puesto otra vez el tema en el centro de la conversación. En las últimas semanas ha anunciado una serie de acciones: la rehabilitación del Pozo del Mercado Juárez y hoy el pozo Toluca VI, entre otros, la implementación de un plan estratégico de distribución de agua con pipas, y el lanzamiento del ambicioso Plan Hídrico 2025-2050, que promete perforar nuevos pozos, captar agua pluvial y modernizar la red hidráulica para frenar fugas.
¿Será esta vez diferente? Ojalá que sí. Pero no deja de llamar la atención que, junto con los anuncios, el propio presidente municipal ya haya advertido que durante este estiaje más de 20 colonias de Toluca seguirán padeciendo escasez, y que algunas de las obras proyectadas apenas podrían estar concluidas a finales de 2025.
Es decir, el problema no está resuelto aún.
Cada año se asegura que se invierte más, pero también cada año la situación parece empeorar. Las familias toluqueñas merecen algo más que discursos y cortes de listón: merecen abrir la llave de su casa y encontrar agua suficiente y de calidad, no una promesa vacía.
Si los recursos ya se están invirtiendo, toca exigir que la ejecución sea eficaz, que la supervisión sea implacable y que los resultados sean medibles y, sobre todo, perceptibles para quienes más lo necesitan.
Porque en Toluca, el agua no puede seguir siendo una promesa de campaña permanente: debe ser una realidad cotidiana.
Esto debe llamarnos a la reflexión: si cada año se invierte más, ¿por qué cada año el problema se agrava? ¿La inversión realmente llega donde debe llegar? ¿Las obras se ejecutan de manera eficaz y oportuna?
Toluca necesita que, esta vez sí, las promesas se cumplan.
