Por José Moisés de la Luz
Gráficas Julio César Zúñiga
Luego de que concluyera el festejo novilleril del pasado domingo en la monumental de Insurgentes y los asistentes saliéramos del coso con una sonrisa de oreja a oreja, por el triunfo de los tres jóvenes espadas, habrá que caer en la cuenta de que no son solo los trofeos conquistados por la tercia de novilleros, lo único que debemos festejar.
Se decía previo a la reapertura del coso máximo que la fiesta aún tenía esperanza, sin embargo a título estrictamente personal, quien esto escribe afirma que esa visión de solo conceder esperanza, es rayana en el pesimismo; ahora bien, sin caer en falsos triunfalismos, la afirmación es categórica “LA FIESTA BRAVA ESTÁ MÁS VIVA QUE NUNCA”.
La estupenda entrada en la plaza, la irreprochable presentación de los novillos de San Diego de los Padres, (la escasez de fuerza es otra cosa) así como la plena disposición de los noveles coletas, terminan por comunicar al mundo que, la tauromaquia está viva y que además interesa a públicos nuevos, algo que se ha podido observar en los dos festejos que ya se han verificado en esta reapertura.
Si bien es cierto que la corrida de las luces representó un acto “litúrgico” en el reinicio de la actividad taurina en la plaza más grande del mundo, aquella noche se dio la primera respuesta a los agoreros charlatanes que presagiaban el fin de la fiesta; la tarde del domingo 14 se trató de la auténtica hora de la verdad, un festejo menor, es decir sin matadores de toros, con tres jóvenes que sobradamente justificaron en todo momento su deseo de trascender en el arte de Cuchares, ante astados que no fueron ninguna perita en dulce, no obstante las dificultades que presentó el encierro pudieron mostrar los recursos de los toreros sin orillarlos al abismo.
En lo que pudimos disfrutar la tarde dominical, sin duda la entrega de los tres toreros que le dio mejores dividendos a un muy maduro Miguel Aguilar, que salió en volandas del coso, después del corte de dos auriculares, uno a cada novillo
La actitud de Eduardo Neyra es sin duda la que tendrían que mostrar todos los que afirman querer trascender en la fiesta brava, Neyra pone la emoción ante la escasa colaboración de su primero.
Ante el segundo de Neyra, el novillero salió a por todas, hasta tres largas de hinojos y porfiando todo el tiempo, consigue una oreja.
Alejandro Adame cayó de pie ante el público capitalino que toda la tarde se mantuvo con el menor de la dinastía, Alejandro supo corresponder y todo el tiempo estuvo intentando y en ambos turnos dejó constancia de su tauromaquia, de la preparación y sitio que a su corta edad posee.
Al primero tuvo que descabellar pero, lo hizo al primer golpe y no es casualidad, técnica le llaman.
Con el que cerró plaza se llevó un susto que terminó siendo un acicate, para conseguir muletazos de valía y como mató bien, se llevó una oreja en la espuerta.