Por Paloma Cuevas R.
Hablemos de la opera prima de Jacques Demy, creador fundamental de la Nouvelle Vague, nacido cerca de Nantes en 1931 y fallecido en París en 1990. A pesar de ser irremplazable dentro del Nouvelle Vague, su obra resulta inusual, ya que no estuvo enfocado como Alain Resnais en la experimentación formal, ni involucrado en temas de agitación política tan comunes en la época, como lo haría Godard.
Las obras de Demy se encuentran marcadas por un claro homenaje a la edad dorada de Hollywood, los musicales y los cuentos de hadas. Si hubiéramos de buscarle una similitud con algún otro cineasta — ¡ah, porque cómo le encanta a la gente andar comparando a un artista con otro! — Tal vez sería Francois Truffaut, otro gran representante de este movimiento cinematográfico.
Anouk Aimée tuvo el papel protagónico de Lola, que en 1960 definió el primer largometraje de Demy, una cabaretera que es título y protagonista. A partir de ella nace la manera de mostrarnos el arte de Demy, con esos rasgos característicos del arte del cineasta: la música como un protagonista más que genera los estados de ánimo necesarios para enfrentar y disfrutar de la historia — maravillosamente seleccionada por Michel Legrand, — el destino como parte fundamental de las tramas, el ambiente marino de la costa francesa, que en esta ocasión se desarrolla en Nantes, así como esta sensación de la presencia americana a través de Hollywood, dotando a la obra de un aire dolorosamente melancólico y potencialmente exuberante.
Al iniciar Lola el espectador se topa con este texto que me he permitido traducir para ustedes:
“…Lola es el primer largometraje de Jacque Demy, rodado en Nantes en el verano de 1960, nos reencontramos con el personaje de Lola, nuevamente en Model Shop, rodada en Los Ángeles en 1969.
Los negativos originales de Lola fueron destruidos en un incendio, un internegativo fue producido en el año 2000, con la ayuda de los Archivos Franceses de Cine, a partir de una impresión encontrada en el Instituto de Cinematografía Británico. Su producción fue realizada bajo la supervisión de Agnès Varda con el apoyo de Raoul Coutard, director de fotografía de Lola.
En 2012 Lola se benefició con una restauración digital total cubriendo imagen y sonido, lo cual le regresó al filme su gloria pasada…”
Traducción del inglés de la introducción original, realizada por Paloma Cuevas R., en caso de desear verla aquí el enlace a la plataforma MUBI: https://mubi.com/es/films/lola-1961/player
De acuerdo con Isabel Coixet — Directora de cine española, — en una generalización que resume de manera categórica el cine creado por Demy “Las películas de Jacques Demy son poemas sobre el amor y la crueldad y los malentendidos y el deseo y la frustración y la pasión y la tristeza y el olvido”, agregaría sin temor a equivocarme, que son: un canto a la esperanza de la infinita posibilidad de volver a creer, de que lo bueno es posible y de que la tragedia no es el fin último de la existencia.
Entremos en materia con la historia detrás del relato visual: Lola es el nombre artístico de una bailarina de cabaret que en realidad se llama Cécile, y vive esperando que el “amor de su vida y padre de su hijo” Michel, vuelva tal como lo prometió, siete años atrás, mientras eso sucede o no, ella hace “lo que sea necesario” para sacar adelante a Yvon, su pequeño hijo.
Hasta aquí parecería una historia cliché, y no puedo negar que lo sea, digo fue llevada a la pantalla hace 50 años y el acercarse a una historia así, la vuelve interesante por decir lo menos.
Tener la posibilidad de viajar en esta máquina del tiempo histórica que hace referencia de manera constante a las pérdidas generadas por la guerra y a la forma en que la gente tiene que “arreglárselas” para salir adelante a pesar de todo y todos, nos sumerge en un cierto existencialismo que no podría estar mejor representado que por Roland Cassard, antiguo amigo de Lola-Cécile, con quien se reencontrará quince años después para darse cuenta de que sus sentimientos de juventud por ella siguen intactos.
Otros personajes que se convertirán en parte de este entramado de historias serán Madame Desnoyers y su hija adolescente, también llamada Cécile, quien pareciera que en el nombre terminará por llevar su destino. Ambas Céciles — la bailarina y la adolescente — se encuentran unidas por la presencia de un marinero americano: Frankie, Lola-Cécile lo tiene como cliente y la pequeña Cécile como objeto de su afecto, ambas historias se contraponen a manera de espejo mañoso, la adolescente se pone en riesgo cometiendo “errores” similares a los de la adulta — que en no pocas ocasiones actúa de manera naif y chocantemente inocente, — provocando ternura por momentos y en otros, indignación. El desarrollo del personaje de Yvon, se parece por momentos a la situación de infancia que el mismo Roland enfrentó cuando habla de su propio padre marinero, Lola-Cécile, esperando a su propio marinero a la manera de la madre de Cassard y Cécile despeñándose en la posibilidad de arruinar su vida por una ilusión sin correspondencia, abandonando a su propia madre a los catorce años, para ir detrás de alguien que ni siquiera la toma en cuenta.
La impermanencia parece ser el tema central en todo momento: Michel se va, Roland desea irse ante la falta de razones para permanecer, Cécile huye en la búsqueda de Frankie y Lola está a punto de irse con todo e hijo cuando su vida da un vuelco inesperado, — pero deseado — desde los primeros minutos. Es esta posibilidad de movilidad lo que da al filme un carácter realista a pesar de todo, retratando la naúsea de lo incierto, esta angustia ante lo que no se puede controlar y se convierte en ansiedad. Demy lo refuerza a través del uso inteligente de los diálogos y Legrand le da el toque necesario por medio de la música.
Lola es una posibilidad de disfrutar de un final feliz, a pesar de la nostalgia y los corazones rotos que inevitablemente “suceden” en el camino, de esta manera esta es una historia que da un giro de tuerca de ser una posible tragedia para convertirse en una fábula, a pesar de todo triunfa el amor de maneras insospechadas, saber decir: “Solo se ama una vez, y para mí ya ha pasado…”, es el punto de partida para entender que nadie debe conformarse con menos que eso y menos uno…
El universo de Jacques Demy cinematográficamente hablando queda conformado por los límites y posibilidades obtenidos a partir de esta historia que genera un ecosistema propicio para el amor, la música, el drama, la fantasía, la congruencia y la coherencia. Todo nace de Lola, orbita alrededor suyo y regresa siempre al punto de origen.
La recomendación es verla, porque en estos momentos de la vida remitirnos a lo que nos hace sonreír, soñar y sentir nostalgia es una posibilidad que nos conecta con nuestra humanidad y las razones que nos hacen creer que vale la pena vivir la vida. De otro modo nada tendría caso ya.
Cerraré esta sugerencia con una frase que casi al final del encuentro entre Lola y Roland, él le dice: “Se puede ser feliz solamente con desearlo”, tal vez sea solo cuestión de decidirse, mientras tanto: ¡vámonos a vivir! Es lo que hay…
@PalomaCuevasR.
@PalomaCuevasR
Paloma Cuevas R. Condecorada en 2020 con la Medalla y el Pergamino Leona Vicario. Mujer y madre. Femenina cuando le da la gana. Amante declarada de México, el mezcal, el buen café y la verdad sin anestesia. Es humanista, sapiosexual, docente durante más de 22 años, filósofa, columnista, escritora y locutora en temas de Cultura, Política y Erotismo. Fundadora de #ProyectoÍtaca plataforma política y cultural. Locutora titular de #ProyectoÍtaca en Cadena Radio Mx. Promotora y gestora cultural incansable. Presidenta de la Academia para el estudio y difusión de la obra de Dolores Castro, por la Ilustre y Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de México. Integrante del Mapa Nacional de Escritoras Mexicanas Contemporáneas. Directora Mundial de Comunicación y Relaciones Públicas del World Poetry Fest, hasta 2020. Embajadora Estado de México de Fridas de Barcelona. Embajadora de la Red Naranja del Estado de México.