Por Julio Requena.
Sin duda, la manifestación realizada en la ciudad capital del Estado de México, Toluca, es el indicativo inicial de lo que se necesita para cambiar la dinámica que trae hasta el momento la pandemia. Las autoridades han tomado medidas para el cuidado de la salud de los habitantes de la entidad, pero algunos se niegan a que se descuide la reactivación económica de la que dependen muchas familias.
Los restauranteros ven con preocupación la situación económica porque después de las escuelas, el comercio formal es otro de los puntos medulares que mueve al país y pese a la emergencia sanitaria, argumentan que han tomado mejores medidas que muchos otros sectores sin el reconocimiento oficial, pues se ha dejado crecer en algunos municipios al ambulantaje y la informalidad que opera sin restricciones ni medidas mínimas como el cubrebocas, gel anti-bacterial o la higienización de los espacios que ocupa.
La campaña de “abrimos o morimos” es un llamado urgente a la reactivación económica del país y en particular, del Estado de México, dado que muchas familias pudieron aguantar el periodo de cuarentena de 2020, pero su ampliación a 2021 obliga al cierre, la quiebra o el cambio de giro, sin ninguna posibilidad de regreso al anterior.
No hay condiciones culturales ni tecnológicas mucho menos de cotidianeidad para el modelo de comida para llevar, la gente no se acostumbra, ni el sector restaurantero tiene la infraestructura para garantizar la salud de repartidores, como pudiera tenerla para recibir en los locales a los comensales con menos aforo o cupo y en mejores condiciones que los puestos informales de comida.
El ‘cacerolazo’ de este 11 de enero, es el primer síntoma de lo que posiblemente sobrevendrá en este 2021, pues bastaría con la complicidad de los ciudadanos con los restauranteros para dejar de lado a las autoridades, sin desconocer que en muchos municipios alejados de la capital ya se lleva a cabo esta medida para el desarrollo de las actividades, rebasando a todas luces la capacidad de vigilancia de los ayuntamientos e instancias sanitarias.
Sin ir muy lejos, en Lerma o Metepec, en Ixtlahuaca o en Atlacomulco, algunos locales de comida abren sus puertas para recibir a los comensales sin las medidas sanitarias, por estar escondidas o alejadas o bien, por la incapacidad de las autoridades de llegar a vigilar; lo cual no quiera decir que está bien, sino que por un lado se está dañando a la economía más formal que se tiene y por otro, se permite el crecimiento exponencial del contagio porque el gobierno nunca será omnipresente.
Esta manifestación con cacerolas y utensilios de cocina, similar al usado en otros países para mostrar la inconformidad ciudadana, es el reflejo de la descomposición social, pero entiéndase como un llamado a rescatar la economía formal de una u otra forma. Si no se les va a dejar abrir por lo menos, el gobierno está obligado a dar incentivos para la sobrevivencia de las empresas, sobre todo en materia de empleo, porque de no hacerlo se estaría atacando a los más pobres, los que dependen de su trabajo para seguir viviendo.
Es obvio que, la gente ya no quiere quedarse con la idea de que hay “crisis económica” y está cambiando el chip a la mentalidad de “vamos a salir delante de una u otra forma” por eso es justo ofrecerles opciones legales, formales y positivas para canalizar ese emprendedurismo, de lo contrario la crisis también será social e impactará en la seguridad de todos los mexiquenses.
No esperemos al segundo ‘cacerolazo’, actuemos en congruencia con lo que necesita el país, el estado y nuestro municipio.